jueves, 17 de noviembre de 2016

Gemelo

Otro textito que nace a partir de la patada y el impulso que da Literautas a los que necesitamos escribir como el aire; pero no encontramos el tiempo, la motivación, la inspiración o tienes ante ti cualquier otra barrera que no dejar fluir el texto. En la propuesta de noviembre debíamos empezar con la frase: "Dicen que todos tenemos un doble..." y la dificultad adicional era que tenía que estar escrito desde la perspectiva del antagonista. 
Gracias al Café de Charo por dejarme la conexión de wifi. Llego tarde a la guardia del patio.

"Gemelo" sale publicado en este libro. Editorial Libro Feroz.
Dicen que todos tenemos un doble en alguna parte; es una fantasía bastante recurrente, al igual que tener un gemelo o volar. Manuel tiene todas ellas, supongo que porque desconoce mi  inexistencia. Digo sin exagerar que me emociono por sus alegrías porque las suyas son también las mías.  Me desespero con sus fracasos y siento su dolor atravesando mi cuerpo de manera instantánea. Disfruto de sus dieciséis gloriosos años; de sus besos y su libertad. Le acompaño en las noches oscuras e intento deslumbrarle con un guiño especial si hay cielo estrellado. Canturreo bajito para acompañarle cuando la casa está demasiado silenciosa y le encuentro calderilla en lugares insospechados si necesita una moneda.  A veces temo que pregunte de más: soy el escalofrío de quien siente sin ver y la sombra tenue tras el espejo.  Soy la presencia constante, la explicación a su obsesión prematura por Mark Twain o Philip K. Dick.
¿Todos sueñan con tener un gemelo o un doble?
En realidad, no. Mi madre nunca tuvo ese anhelo.

Manuel lo vive todo por mí porque yo jamás pude hacerlo.

¡¡¡Nota final cargada de alegría!!!: La editorial onubense El Libro Feroz ha seleccionado este relato para su libro de micros "Cien instantes en un santiamén".

viernes, 30 de septiembre de 2016

Literautas (Ya no soy la misma)

Literautas es muchas cosas: un proyecto editorial, una web de escritores y lectores, un recurso inagotable de material creativo pero es, fundamentalmente, una sorpresa constante. Entre las muchas iniciativas que tienen en marcha, han creado un taller en el que a partir de dos palabras debes crear un texto de 750 palabras, como máximo.
"Ya no soy la misma" fue el primer relato corto que escribí para ellos siguiendo las claves "museo" y "arena". Si además querías participar en el reto opcional (o póngase usted a rizar el rizo) tenías que incluir asimismo los términos "loro", "tormenta" y "cartero". 

Ahora, Literautas publica en papel y en versión digital una antología de los mejores relatos de este curso, en el que también podrás encontrar este cuento (y yo, evidentemente, estoy tan feliz que rompo las costuras). Los beneficios de la edición impresa van dirigidos íntegramente a la ONG Educación sin Fronteras. 
Más información en su web www.literautas.com

YA NO SOY LA MISMA


A primera hora me sorprendió la tormenta. La lluvia cayó torrencial empapándome a mí, al cartero con quien me choqué maldiciendo, a los vecinos y a los turistas que vieron cómo el aguacero inesperado les arrancaba repentinamente de la arena y de las esterillas. Crucé la calle y corrí a resguardarme en los soportales del museo local que, sin duda a aquellas horas, albergaban a más personas que las salas interiores.
Estoy seguro que jamás me habría fijado si no hubiera sido por aquella camiseta de inspiración tropical que llevaba. Los papagayos, los loros y los flamencos del estampado destacaban entre el gentío. Estaba igual, igual, igual, con una hermosura que dolía, pero con una diferencia en su persona que provocaba el desgarro. Aquello no era una herida reabierta; sino la confirmación lúcida y plena (ahora sí) de que jamás habría esperanza para el regreso. Hacía ya tres años que no nos veíamos.
Intenté zafarme pero me cogió del brazo mientras tiraba de su acompañante. Me sentí morir.
-Intenté decírtelo, pero ni yo misma sabía cómo. Siento que te hayas enterado así- dijo a bocajarro-
 -No tienes que darme explicaciones, Paula.
-Lo sé. Ahora soy Pau.


lunes, 18 de julio de 2016

Cómo ha podido hacerme esto


Recupero esta idea, este proyecto de algo más extenso que tenía sintetizado en sólo cinco líneas. En la primera versión la culpa y el arrepentimiento por lo hecho impregnaba el microrrelato. Me he desprendido de ellas ya que no conducían a ningún lado. El texto también se titulaba de otra forma.  
Me desperté con un sabor metálico en la boca. Un zumbido atroz me destrozaba los tímpanos y me martilleaba las sienes. Sabía que tenía que dejar de beber de esa manera o acabaría matándome. Intenté incorporarme mareado y traté de levantarme de la cama trastabillando. Tropecé con la botella de ginebra, que rodó debajo de la cama, y en ese momento el timbrazo del teléfono pareció sacudir la habitación entera.
Lo dejé sonar, entre otras cosas, porque era incapaz de articular palabra. Y sin embargo, allí escuchando el teléfono, comenzó a invadirme una sensación extraña: al principio, fue sólo una ligera inquietud. Pero luego, casi instantáneamente, se transformó en una oleada de pánico que sacudió mi cuerpo y me impulsaba a la acción. Sentí que tenía algo importante que acabar, que mi vida entera dependía de un hilo que no veía.
 Descolgué el auricular como primera medida para hacer algo.
-Manuel, hombrepordios, pero ¿¿dónde te habías metido?? ¡Llevo intentando localizarte desde hace horas! ¿Qué has hecho con el móvil? He recordado en último minuto tu teléfono de casa…-la urgencia y la excitación le hacían casi ininteligible-.
-Pero ¿qué hora es?-intenté concentrarme-
-¡Las que sean! Escucha, Manuel, esto es importante: ¡no se presentó a la boda! ¿Oyes? La dejó plantada, el muy cerdo.
Y en ese momento recordé. Como un fogonazo SABÍA qué había de hacer. Efectivamente, era urgente e inmediato.

Le oía rascar levemente la puerta del baño con la única uña que le quedaba. 

jueves, 9 de junio de 2016

Cuentos como canicas


Cuando entre espagueti y espagueti le expliqué a mi padre qué estaba escribiendo, me dijo que tengo tendencia a escribir “canicas”: relatos más bien duros, de coloración cambiante, densos (mucha información en pocas rayas), redondos y con una trayectoria inesperada. Me reí como una loca porque creo que la definición es bastante acertada, al menos si tomo “La placidez de la vida burguesa”, el segundo que escribo para Literautas. El reto de este mes era la obligatoriedad de comenzar con la frase “El anciano encontró la llave en…”. Y, como reto opcional, planteaban que el texto se estructurase en torno a un único personaje.
Me aturullé por las prisas, no lo dejé reposar, me he pillado una repetición y les he enviado solo la primera versión. Todavía no entiendo cómo no lo cambié porque era relativamente fácil, aunque es cierto que me gustaba la idea de acabar con un diálogo para agilizar la lectura y conducirla hacia el final.
Sea como fuera, ahora sí dejo las dos versiones.

LA PLACIDEZ DE LA VIDA BURGUESA

1
El anciano encontró la llave en el pasillo de entrada y la guardó en el batín. Se le había caído al salir al jardín. Sonrió satisfecho mientras se dirigía al espacioso comedor y miró por el ventanal: podía estar orgulloso de su vida. Había seguido los pasos de su padre  en la empresa familiar, con ciertas reticencias al principio. Se había casado con la mujer que también él le había marcado, y que le había dado 4 niños obedientes y disciplinados (menos el pequeño). El suyo había sido un matrimonio fácil: Piluca se había encargado de todas las cuestiones domésticas, de la educación de los críos y, tal como le habían inculcado, había mirado hacia otro lado cuando se había encaprichado de otras mujeres. Ahora disfrutaba de un retiro cómodo, cultivando hortensias y orquídeas en el patio trasero.
Su familia al completo vendría en unas horas para disfrutar del domingo. Quería saber cómo le había ido al mayor, Jacobo, con las últimas negociaciones de los proveedores. Últimamente, los mareos habían hecho que desatendiese la marcha del negocio. Se arrellanó en su sofá favorito. Daría una cabezada antes de arreglarse.
 En ese momento sintió en el brazo un pinchazo molesto y el dolor le sacudió del amodorramiento. Ya no estaba en su casa.
­­-Vuelva en sí, Ventura-dijo un joven en bata blanca-¿Recuerda dónde se encuentra? Tiene pérdidas de memoria y ensoñaciones…Le estoy poniendo un medicamento intravenoso. ¿Le he hecho daño?
-¿Y mi mujer?-preguntó angustiado-¿Y mis hijos?
-Ventura, cuando ingresó nos dijo que la pintura había sido su único gran amor. Sebastián ha ido a por un café.  Le ha dejado también las rosas.
-Gracias a Dios. Había tenido una pesadilla espantosa…¡Me había convertido en mi padre!

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2
El anciano encontró la llave en el pasillo de entrada y la guardó en el batín. Se le había caído al salir al jardín. Sonrió satisfecho mientras se dirigía al espacioso comedor y miró por el ventanal: podía estar orgulloso de su vida. Había seguido los pasos de su padre  en la empresa familiar, con ciertas reticencias al principio. Se había casado con la mujer que también él le había marcado, y que le había dado 4 niños obedientes y disciplinados (menos el pequeño). El suyo había sido un matrimonio fácil: Piluca se había encargado de todas las cuestiones domésticas, de la educación de los críos y, tal como le habían inculcado, había mirado hacia otro lado cuando se había encaprichado de otras mujeres. Ahora disfrutaba de un retiro cómodo, cultivando hortensias y orquídeas en el patio trasero.
Su familia al completo vendría en unas horas para disfrutar del domingo. Quería saber cómo le había ido al mayor, Jacobo, con las últimas negociaciones de los proveedores. Últimamente, los mareos habían hecho que desatendiese la marcha del negocio. Se arrellanó en su sofá favorito. Daría una cabezada antes de arreglarse.
 En ese momento sintió en el brazo un pinchazo molesto y el dolor le sacudió del amodorramiento. Ya no estaba en su casa.
Una bata blanca se alejaba dejándole un gotero en el brazo. Ahora recordaba donde se encontraba: llevaba una semana ingresado por pérdidas de memoria y ensoñaciones. El medicamento intravenoso le había despertado de uno de estos episodios.
-¿Y mi mujer? ¿Y mis hijos?-murmuró para sí-.
Al girar la cabeza vio las rosas frescas con la tarjeta: “Recupérate pronto, amor, el estudio de dibujo y yo te necesitamos. Sebastián”

-¡¡Gracias a Dios!!- resopló-¡¡Pensaba que me había convertido en mi padre!!”.

martes, 7 de junio de 2016

No te detengas

Walter (Walt) Whitman (1819-1892), padre de la poesía norteamericana, polémico y librepensador. Algunos dicen que este poema no lo escribió él, sino que es un suma y sigue del guión de la película "El Club de los poetas muertos". De hecho, la figura y la voz del profesor Keating se basa en frases, versos y pensamientos que sí pronunció el poeta. Así que, me da igual si fue antes el huevo o la gallina. Con su permiso, Mister Whitman, me lo pienso beber a sorbos este verano.
No permitas que la vida te pase sin vivirla. 

No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
Whitman en Boston, hacia 1860.
Cortesía Whitman Archives.
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabas y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tú puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores;
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
“Emito mis alaridos por los techos de este mundo”,
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros “poetas muertos”,
te ayudan a caminar por la vida.
La sociedad de hoy somos nosotros:
los “poetas vivos”.

No permitas que la vida te pase sin vivirla.

jueves, 14 de abril de 2016

Ahora que me voy (4 locales que no puedes perderte en Reus)




Ahora que me voy; ahora que estoy en el descuento, no me marcho de Reus sin recomendar cuatro locales que me han salvado de muchas horas vacías, de lluvias improvisadas, de tiempos muertos de espera. Estos espacios y las personas que los trabajan, me han reconfortado por dentro y por fuera porque, más que simples sitios donde tomarte una caña, son lugares donde recuperarte, descansar, corregir, hablar con uno mismo o con los encargados, ponerse al día, achisparte o nada de esto y todo a la vez. Lo mejor es que los encuentras en pleno centro histórico en una distancia entre ellos que no supera los 50 metros.
La Simona es un lugar para ver caer la tarde.

1 La Simona (Plaça de Peixateries Velles)
Encantador, coqueto, recogido. Este local está regentado por un grupo de 6 amigas que se han encontrado en este espacio  provinientes de sectores bien dispares. Quizás por eso lo están haciendo tan bien. Tiene unos ventanales fantásticos a la Plaza de les Peixateries Velles, mi lugar favorito de esta ciudad. Diré por ejemplo que su carta ha conseguido que vuelva a hacer cremas en invierno.  Mientras esperas, puedes echar una ojeada a los libros que dan calorcito a las paredes. Tienen una muy buena música de fondo (jazz, bossa, clásica) y mi hija devora las galletas que realizan con avena y chocolate. Por docenas me las he llevado para el desayuno del día siguiente y nunca jamás sobreviven a las nueve de la noche. Tienen también un rincocito de arte y juguetes. Como están situados en plena plaza peatonal, puede ser una buena elección para padres con ganas de "cafetear", merendar, tomarse una caña o dos...

2 L’Àbsis (c/ de la Mar, 3)
La dinamizadora y viajera entrada de "L'Àbsis".
 Como no podía ser de otra manera, "L'Àbsis" toma el nombre del ábside de la Iglesia de Sant Pere, situado justo frente a la puerta de entrada. ¡Las veces que he ido a este local con Lucía a contarnos la vida y a arreglar el mundo! Los profesores con horario tardío agradecemos su horario amplio de cocina (no cierran hasta las 16 horas) y su carta en la que incluyen abundantes menús para celíacos. Siempre tienen guardado un rincón para el arte y mientras esperas resulta casi imposible aburrirte observando pinturas, mosaicos o fotografías. La primera vez que llegué allí me sorpendió el mapamundi que tienen pintado en la entrada. Al contemplarlo siempre le dan a una ganas de viajar, de volar, de dejarse arrastrar por el siroco.

3 El Call (c/ de l'Hospital, 7)
Interior íntimo y acogedor de "El Call".
Entré allí de casualidad, también conducida por la energía de Lucía y por su mundo interior. Por la noche, el Call se convierte era un local de copas y mantiene en su aspecto exterior e interior esa atmósfera de nocturnidad con una barra divertida en la que reinan las bebidas de colores. Sin embargo, al mediodía resulta muy tranquilo, con un ambiente pausado que propicia la conversación  alrededor de una suculenta carta de tapas en las que recomiendo, recomiendo y vuelvo a recomendar el brie con brie y las minihamburguesas con mostaza. El Call hizo que indagase un poco en la historia de este barrio porque toma el nombre de la vieja judería medieval; de la cual, apenas si quedan vestigios. El nombre de la travesía “El carreró dels jueus” (a tan sólo 15 metros)  recuerda que efectivamente allí respiraba el pueblo de Yahvé. 

4  La Presó (c/ La presó, s/n)

Las rejas forman parte de la decoración de este local.
La Presó fue el primer local de Reus que visité y lo dejo para el final porque a él van ligados recuerdos muy especiales. Tiene una muy buena terraza si al comensal le acaba agobiando el ambiente sombrío del interior o simplemente prefiere disfrutar de la zona comercial en la que se integra. Es sombrío de acuerdo con la inspiración histórica de este bar/restaurante: "Presó" de "prisión" (mantiene la figura de dos alguaciles en el exterior que flanquean la carta de menús). Dice la tradición que allí se ubicaba la antigua cárcel de la ciudad que recogía a los reos llegados de Tarragona. De hecho, éste parece ser uno de los posibles orígenes del nombre de la localidad. 


Vayas al que vayas: sonríe, disfruta...y da recuerdos. 

miércoles, 30 de marzo de 2016

Soy Hemingway



 Es el título más idiota que he editado y que editaré pero, sinceramente, es lo que mi voz interior aulló en cuanto Patricia se puso en contacto conmigo. Las coincidencias en literatura son increíbles.





El 8 de marzo me iba arrastrando por los pasillos porque tenía  jornada evaluadora inacabable e inagotable. Justo en la minipausa para la comida se puso en contacto conmigo Patricia Picazo. Picazo, narradora, bloguera y cuentista (http://patriciapicazo.blogspot.com.es/) es el alma mater de un festival sobre la narrativa oral que se celebra en Ávila desde hace ya unos años. Fuimos compañeras allá por el Pleistoceno Medio y sabemos la una de la otra gracias a las redes sociales, de las que yo ya he dicho más de una vez que soy fan total. Cuando pidió microrrelatos para el festival, le envíe uno y justo ese día me dijo que había sido seleccionado para el certamen.

Sin embargo, y como diría Martín Gaite, la noticia tenía un cuarto de atrás que consiguió atragantarme: “Este cuento está atribuído a Hemingway. ¿Es de él o de algún otro?”, me preguntó.

Enrojecí por la vergüenza de que sospechase; por la vergüenza de que pensase de que podía ser capaz de tremenda estupidez; pero también porque cuando me pasó el micro del Nobel (que jamás antes había leído) comprobé la normalidad y la lógica de su primera deducción ya que tanto uno como otro tenían la misma estructura, desarrollaban una idea idéntica y compartían penas escondidas en unos zapatos infantiles o en un cochecito.

Los reproduzco para volver a alucinar con el paralelismo. El mío lo publiqué hace ya 3 años en este mismo blog (Ver "Vacío en 1, 2, 3...") y forma parte de lo que llamo mi “Etapa Negra” (Goya dixit, con permiso).

Qué impulsó a Hemingway escribir el suyo no tengo ni idea.



-“For sale: baby shoes. Never worn”

-"(Anuncio por palabras): Se vende cochecito de bebé sin estrenar"


PD: Por cierto que Patricia me creyó y publicado quedó. Pero, aunque hubiese sido deseditado, mi alegría salvaje que duró evaluación, postevaluación, entrega de notas y claustro, no se habría reducido. Fue un placer. Mil gracias.

viernes, 4 de marzo de 2016

Parca en bocadillo

Que la vida y la muerte son dos caras de una moneda es algo que uno llega a entender con el tiempo; pero en este trabajo y en este lugar, las dos realidades están presentes de manera tan cercana y tan potente que el contraste del claroscuro resulta brutal.
Mi instituto, decano, centenario, a la cabeza de la educaciones medias de toda la provincia desde hace dos siglos, se levanta pared con pared con la Iglesia de San Francesc de quien toma su nombre original y sus oficios y los nuestros se entremezclan de tal manera que el resultado es inquietante. Todos los días el bullicio y el escándalo estremece este edificio desde la base pero a veces (y a veces muchas veces) las campanas de Sant Francesc no marcan las horas, sino que suenan para despedir a una vida que ya se ha ido. Los profesores  y los alumnos escuchamos su tañir tristísimo y por un momento el ambiente se aquieta, el griterío se acalla,  y los adultos pensamos en el "tempus fugit" y los críos en fantasmas;  pero el silencio dura solo un momento. El intervalo justo que antecede al timbrazo que nos despierta del ensimismamiento y anuncia el patio. Entonces le das un mordisco al bocadillo y no solo muerdes el pan; también le hincas el diente a la Parca que en ese momento se asomaba demasiado por la ventana. La Muerte se aleja, asustada y olvidada, y tú sales por la puerta empapado en la fragancia embriagadora del azahar que se escapa del claustro.
 Y andas meditabundo, porque también la nomenclatura de las calles próximas invita a ello, cuando de repente se cruza otra flor, la de cualquier adolescente agradecido que nos saluda por la acera porque le hemos acompañado años antes en clase. Él no ve, pero tú sí porque has parido, que lleva enganchado a su espalda la silueta tenue de su madre muerta meses antes. Este hilo, este filo de la navaja tan terrible y tan precioso, ha conseguido que ponga punto final. Y lo marco y lo subrayo en primavera. 

miércoles, 27 de enero de 2016

Noches sin dormir

A veces me inquieta mi absoluta despreocupación por la producción literaria y musical de autores que antes veneraba: no sé qué hace Drexler, ni  Juan Perro, he dejado desatendida a  Montero e, incluso, y viene al pelo, a Muñoz Molina. Sí sabía que Elvira Lindo publicaba y me tatué en el cerebro y en la agenda comprar (y leer) su último libro. Sorprendentemente, tras acabar “Noches sin dormir” me cuestioné esta fidelidad; porque yo, que huyo de la repetición en la literatura y en la vida,  leo en sus escritos una y mil vueltas a sus manías y a sus mundos. En “Don de gentes” la redescubrí como una gran articulista, capaz de sacar lo trascendental a situaciones triviales mientras repasaba su vida en Nueva York. Volví a toparme con la misma temática en “Lugares que no quiero compartir con nadie”, más centrado en locales de ocio, restaurantes, y bares de moda hasta tal punto que ha acabado convirtiéndose en una guía de turistas urbanitas españoles de visita por la Gran Manzana. En cambio, "Noches sin dormir" se estructura a modo de diario en el que se supone ha sido su último invierno en la ciudad. ¿Qué ocurre? ¿Por qué esta fijación? Porque me leo a mí misma. Pero con tanta claridad que aterra. Su dispersión, su pánico a escribir un libro y en contradicción parcial, la necesidad imperiosa de escribir para vivir y para ordenar el pensamiento (ver cita).  Todas estas emociones en mí han terminado cristalizado esta burbuja de comodidad bloguera; pero también (como ella) me voy dando mamporros a mí misma para salir de aquí, para asomar la patita por debajo de la puerta a pesar del mal tiempo y de las críticas feroces.
Reconozco en su deseo de pertenecer a un barrio, mi propia voluntad de echar raíces sin cerrar las puertas al retorno. Elvira quiere sentirse querida y reconocida en los en restaurantes y bares que frecuenta; en mi caso, la puerta de entrada a las localidades en las que voy viviendo son las peluquerías. Agradezco la verborrea cómoda que se desparrama entre tintes y rulos en un entorno exterior en el que no se suelen dar excesivas confianzas a los desconocidos. Mi Carmen me hizo sentirme como en casa desde el primer día que me arrellané en el sillón y le di vía libre a que hiciese lo que le diera en gana con mi pelo. Con ella me explayo de las vivencias en mis clases y me hace hablar a veces más de la cuenta de mi familia y de mi día a día. También Elvira dedica uno de sus capítulos a su peluquero. Como ella, tengo ganas de mudarme de piso. Llevo años rondando esta idea y no lo hago: No lo hago por comodidad; pero también, porque el Barri de Ponent no ha crecido según una pauta de celda-panel con adosados impersonales lejos de todo, y en él he encontrado un hogar. Me siento mediterránea en la elección de lugares vitales: me gustan los barrios recargados, atiborrados, con un comercio vivo aunque eso haga lamentarme una y mil veces la falta de aparcamiento. Mi biblioteca, en el corazón de este entramado social, me ha rescatado de muchas tardes de soledad, igual que las redes sociales. Y junto con los libros, agradezco infinitamente el caudal de vida cultural que Elvira da a conocer porque sé que los poemas, los discos y las películas que le hacen la vida más fácil en un invierno brutal también me la facilitarán a mí.
 Y así podría seguir y seguir, de manera que a veces con una ensoñación típica de loca me imagino que podría ser una vecinita de arriba (o de abajo o de al lado), compartiendo los mismos o similares problemas y viviendo una vida paralela. Alucino cuando Elvira cuenta que tanto él como Muñoz Molina escriben un diario desde hace años. Yo misma lo hago desde que tenía 13. Y lo he hecho de manera desparramada y caótica: en libretas, en hojas sueltas, en la cara B de los cuadernos escolares y, finalmente, desde el 2003  mantengo uno online. Los primeros están diseminados por las casas de mis padres; el segundo lo he ido recuperando de placas bases descompuestas, pen-drives, archivos borrados…parece increíble que a mí que me da vergüenza  decir que escribo sobre mí y para mí, esta mujer, lo indica abiertamente en esta obra. Está claro que las líneas apocalípticas absurdas que todos tenemos cada uno las subraya en sitios distintos. Elvira se lamenta de la ciudad en la que ha vivido los últimos años porque la mantuvo lejos de su padre en sus últimos años. A mí sólo me separan 250 kilómetros de casa, pero son suficientes para no estar los fines de semana, ni pasarte un rato por la tarde, ni parte de las vacaciones. La separación es la misma; las opciones de salvar esa distancia sí son más cómodas y más fáciles pero la pena sabe igual: “qué poco vemos a la niña, qué rápido se pasan las vacaciones, ¿sólo váis a estar 10 días en verano?”

Cuando explica las ansias por conocer gente nueva, por hacer amigos, en una ciudad sin familia ni raíces, Elvira recoge el lamento de su marido por el ambiente universitario. Calidez entre el alumnado; frialdad gélida entre los colegas Y aquí también-también mi vida se funde con la suya: no sé si me he resignado, si me he vuelto más selectiva, si ya no espero sorpresas, si no tengo tiempo o si mi micronúcleo me calienta el corazón lo suficiente para no notar esta frialdad. Intento no cerrarme en banda (no lo hago); pero el otro día no recuerdo a quién comentaba que he perdido la costumbre tan valenciana de plantarle dos besos en las mejillas a cualquiera  recién presentado. Aquí contestan con un “Tant de gust” y una leve inclinación de cabeza. No se acercan (por si acaso). Yo a ellos tampoco. Pero lo digo con una sonrisa.

-Noches sin dormir. Editorial Seix Baral.