lunes, 2 de noviembre de 2015

Siguiente, por favor

Con los micros, igual que hago con las recetas de cocina, me gusta escribir un preámbulo, una pequeña explicación que ayude a entender mejor la historia: cuándo se me ocurrió y en qué momento. Si fue un chispazo o fruto de un fuego lento.De hecho, a veces disfruto más escribiendo esta introducción que el relato en sí. "Siguiente, por favor" es del segundo tipo y me va rondando desde hace tres años al menos. Me acordaba de él cada vez que salía a comprar porque el juego del que hablo lo pongo en práctica yo misma para no morirme del aburrimiento. Ahora mismo, tirada en el sofá, acabo de terminarlo. 


El juego había empezado mucho antes de empezar a trabajar como cajera.
Al principio sólo servía para divertirse en las filas inacabables mientras esperaba a ser atendida: ¿a quién tienes delante? Echa un vistazo a su carro y adivina… ¿Vive solo?¿Tiene mascota?¿Comparte su vida con personas mayores? ¿Es un obsesivo del culto al cuerpo? ¿Qué va hacer este fin de semana?
Con el paso de los días su pasatiempo había acabado convirtiéndose en un salvavidas frente a la despersonalización. Lo utilizaba para no sentirse ella misma un código de barras, una anotación más en la pantalla. Todavía no se explicaba cómo su vida había terminado delante de la caja registradora.
- ¡Siguiente, por favor! -
Rollos y rollos de papel de cocina-pañuelos de papel-toallitas-potitos-yogures- un par de cucharillas-pechitos-cambiadores.
Sencillísimo: una madre/ un padre/ ambos/ alguien muy cercano a la familia que echa una mano con las compras imprescindibles. Era el cuarto de este tipo en lo que llevaba de mañana.
-Uno más:
 Whisky-hielo-patatas fritas-nata-velitas olorosas-pizza. ¿Ya está?
Una pareja que se lo va a pasar la mar de bien esta noche. Ajá, sí relativamente fácil también.
Prensa rosa- helado-crema hidratante-cera de depilar- bombones.
Doña corazón solitario que se prepara para una noche más en blanco.
- Mantengan la fila, gracias.
Esparadrapo-salfumán-cuchillas-algodón-lejía- tres cuchillos de gran formato.
Arqueó la ceja. El listado de la compra se salía de los márgenes de la cotidianidad. Enfocó con un atisbo de curiosidad. El cliente tenía un semblante anodino pero su mirada era dura.
-¿Hay algún problema? –murmuró-.
-Ninguno -dijo mientras le señalaba el importe-. Sólo me preguntaba qué haría con esta compra el fin de semana.
Enseñó los dientes en un atisbo de sonrisa y su gesto olía a peligro.
-En realidad no querrías saberlo, preciosa.
Tras pagar en efectivo, arrambló el carrito y desapareció más allá de las puertas automáticas.


Se quedó con la fortísima sensación de que debía haber llamado a seguridad.