sábado, 28 de diciembre de 2013

Miedo al miedo


Tagore, Nobel de Literatura, 1913.
Como persona expansiva y acumulativa, entro en conflicto periódicamente con el espacio sin remedio. En realidad, los problemas los tengo con quienes comparto mi vida. Echo de menos los días en los que escribía como una loca y no tenía que rendirle cuentas a nadie de lo ordenada, vacía o repleta de postits que tenía la mesa…Repleta de postits, de libros, de apuntes, de libretas o de cualquier otro soporte hecho de papel, siempre el querido papel. Ahora, quiera o no, las circunstancias me obligan a clasificar periódicamente material y lecturas y así sonrío al recuperar a “El jardinero” de una caja que sale de mi vivienda de alquiler. Recuerdo con media sonrisa cómo llegó a mis manos: me veo a mí misma errante y feliz por la Feria del Libro; mirando allí y allá, curioseando y tocándolo todo a ser posible cuando una portada llamó mi atención. Era pálida y violeta; y me dijo claramente: “Ábreme, anda”. Tagore me sonaba entonces a sabiduría de azucarillo de café, a frases lapidatorias de calendario escolar. Cuál fue mi sorpresa al encontrar la misma lucidez en el pico de un verso. ¡Lee! -exhortan los profesores-: “Lee porque vivirás más, expandirás tu cultura, conocerás personas y mundos que ampliarán tu limitada existencia…” Y, sin embargo, lo que me impresionó terriblemente fue entender en ese mismo instante lo que Antonio Muñoz Molina denominó “literatura-espejo”: Rabindranaz, fuera de mi tiempo, de mi espacio, de mi edad y de mi cultura, describió a golpe de verso una situación que yo no era capaz de entender, y mucho menos expresar. Sus versos lo ponían todo en orden y situaban en primera línea al miedo.

El miedo al miedo, la gran fuerza paralizante. Si algo parece que vaya a suceder y no ocurre, seguramente él será el responsable. Rabindranaz Tagore, sabio antes que poeta; como Fray Luis.

Felices fiestas.
Anhelo decirte las palabras más profundas que tengo que decirte; 
pero no me atrevo, 
por miedo a que te rías. 
Por eso me río de mi mismo y hago añicos mi secreto en bromas. 
Me río de mi pena, por miedo a que lo hagas tú. 
Anhelo contarte las palabras más verdaderas que tengo que decirte;  
pero no me atrevo, 
por miedo a que no las creas. 
Por eso las disfrazo de mentiras, diciendo lo contrario de lo que quiero decir. 
Hago que mi pena parezca absurda, por miedo a que lo hagas tú. 
Anhelo usar las palabras más preciosas que para ti tengo; 
pero no me atrevo, por miedo a no ser pagado con la misma moneda. 
Por eso te doy nombres duros, y me jacto de mi insensible vehemencia. 
Te causo dolor, por miedo a que no conozcas nunca la pena. 
Anhelo sentarme en silencio a tu lado; 
pero no me atrevo, por miedo a que mi corazón salga a mis labios. 
Por eso charlo y parloteo, y oculto mi corazón tras las palabras. 
Trato con rudeza mi pena, por miedo a que lo hagas tú. 
Anhelo alejarme de tu lado; 
pero no me atrevo, por miedo a que te des cuenta de mi cobardía. 
Por eso llevo alta mi cabeza y acudo con aire indiferente a tu presencia. 
Las constantes punzadas de tus ojos renuevan mi dolor eternamente.