martes, 11 de junio de 2013

A la teta y a la letra

La maternidad te cambia, te transforma. Y no hablo de la falta de tiempo o de sueño, de la responsabilidad o de las ocupaciones que llegan de repente. Provoca una revolución orgánica interior en que la sensación de formar parte de la humanidad es fortísima. Una emoción intensa en la que el adulto se siente integrado en el devenir de los demás. Te sientes más preocupado (y aterrado) por las desgracias que les ocurren a otras criaturas, porque ellas son también tu niño, tu niña. Sin embargo, eso no significa que dejes de ser tú mismo, que tengas ganas de comprar otra cosa que no sea ropa de bebé; de tener ganas de jugar con tus hijos a la vez que te mueres por tener una conversación con un amigo sin interrupciones; de sacar la nariz fuera de tu entorno para ver otra realidad que no sean los pañales ¿Es fácil? Pues no; no lo es. Aunque creo que la sociedad lo pone más difícil de lo que es en realidad. Escribiendo este texto me viene a la cabeza la canción “This is a men’s world” de James Brown. La tendencia que viene impuesta desde los siglos de los siglos es muy difícil de cambiar; la bola (el bolón) que arrasa y marca quién ha de hacer qué en función del sexo. Esto me ha hecho reflexionar y darme cuenta de que muchas, muchísimas soluciones vienen dadas por los intereses económicos y no por las necesidades verdaderas de los niños y de las madres.







Ni se me pasa por la cabeza qué debe hacer cada mujer pero la presión sobre la lactancia materna es fortísima. Sin embargo, miro a mi alrededor y veo tetinas, biberones, leche artificial…Un “merchandising” espectacular que no acompaña al pecho. Tampoco es que vea a muchas mujeres dando de mamar en las zonas públicas. Igual también tiene que ver con el pudor de cada uno; cosa que no entiendo cuando veo la televisión y ves cuerpos y más cuerpos a cualquier hora. Lo primero que me sorprendió fue ver y entender que probablemente ni el ginecólogo ni el pediatra tengan idea de lactancia. Es decir, si tienen: tienen sobre las bondades del “producto”, pero no de resolver los problemas que conlleva la técnica, ni de acompañar a las mujeres en las hondas sensaciones que provoca. Se necesita una figura propia, la de asesor o asesora de lactancia, que te ayuda, te corrige de posición, te explica por qué te sucede lo que te sucede. Recomiendo dos libros que, personalmente, me ayudaron mucho. El primero es un clásico, un superventas que ha ayudado a miles de madres: “Un regalo para toda la vida”, de Carlos González. Este libro te convencerá de que puedes, que es lo más natural, lo más sencillo y lo más cómodo. Que si se ha hecho así durante toda la vida, por algo será; y tumba miedos y falsas creencias a la primera. Otra publicación que creo imprescindible es “Lactancia”, de Noelia Terrier (Editorial Litera). Resulta un apoyo emocional muy fuerte, con testimonios de personas que han pasado por lo mismo que tú; que se han sentido solas, o cansadas, incomprendidas, con ganas de criar a sus niños y, a la vez, de no desengancharse de la vida laboral. Cuidado, ambos libros hay que leerlos ANTES; no cuando aparezcan los obstáculos. Después estarás tan cansada y tendrás que resolver tantos problemas sobre la marcha, que no tendrás tiempo de aplicar lo que en ellos se explica.
Mención aparte resulta el tema "salgo a comer". Nunca antes había pensado que un elemento tan sencillo como un cambiador en un baño podría ser definitivo para ir a un restaurante. Antes eran invisibles y me sorprenden que haya tan pocos en sitios que antes frecuentaba. Un ejemplo: adoro la Malvarrosa, el paseo, Alboraia y La Patacona. El otro día me recorrí buena parte de los chiringuitos y sólo encontré uno que disponía de ellos. Cuando preguntaba en la barra por la disponibilidad de los mismos, la cara de los camareros era una mezcla entre: “Ooops, no había caído” y “Pobrecita madre lactante”- y yo salía rechinando los dientes-. Otra pregunta que me formulo es: “¿Por qué los cambiadores sólo están en el baño de las mujeres?”. Supongo que por la misma razón por la que antes las máquinas de preservativos sólo estaban en los servicios de los hombres. ¿Hay alternativa?: Supongo que los centros comerciales. Dios. Nunca me han gustado, pero benditas sean sus maravillosas salas de lactancia.




¡Pedid cambiadores!




Portada de "Lactancia", Editorial Litera.
Termino con un fragmento de “Lactancia”: “Durante la liberación de la mujer no conseguimos liberarnos de los tacones, de la depilación, ni del maquillaje, ni de la báscula, ni de tantas otras cosas que nos esclavizan por ser mujeres…Durante la liberación de la mujer, nos fuimos a trabajar. Durante la liberación de la mujer permitimos que la maternidad se supeditara al momento laboral, convirtiendo la producción de cosas en algo mucho más importante que la reproducción de la especie. Empezamos a separarnos de nuestros bebés cada vez más pronto, a pasar cada vez menos tiempo con ellos y, por supuesto, dejamos de alimentarnos con nuestra propia leche. Creímos que decidíamos sobre nuestra maternidad porque podemos tomar la píldora, pero estamos atrapadas: tenemos que trabajar para ser mujeres completas y ello impide que podamos ejercer completamente como madres. Nos sentimos juzgadas si decidimos dedicarnos a los primeros años de crianza y el mercado laboral nos castiga severamente cuando intentamos volver. Las leyes se quedan cortas y a la sociedad le importa un pimiento. Baja por maternidad, horas de lactancia, reducción de jornada o excedencia no siempre son posibles o suficientes. A cambio: imaginación al poder: autoempleo, trabajo desde casa, horarios flexibles, cambio de empresa o de profesión y, cada vez más, aprovechar el momento para reinventarse y descubrir nuevas profesiones”.




Me siento totalmente identificada. O como dice Belén: “Hoy en día, ser mujer, madre y trabajadora es una putada”. Pues sí, porque lo quieres todo. ¿No lo quieren ellos?
 
-Un regalo para toda la vida. Guía de la lactancia materna. Editorial Booket. Carlos González.
-Del mismo autor: Bésame mucho. Cómo criar a tus hijos con amor. Editorial Temas de Hoy.
-Lactancia. Noelia Terrier. Carlos Bravo (fotos). Editorial Litera.










lunes, 3 de junio de 2013

Pasiones

Esta mañana me he levantado con ganas de escribir un correo pero, en cambio, me he lanzado a realizar una búsqueda en google que tenía pendiente desde hace tiempo. El resultado me ha llenado de asombro y me ha entrado un ataque de alegría tal, que la risa se ha desparramado por el teclado y ha seguido saliendo a borbotones hasta llenar la habitación entera. Cuando he conseguido calmarme, he escuchado un chisporroteo que me ha conducido hasta la estantería. Allí estaba, casi olvidado, mis “Pasiones”, de Rosa Montero. Decía Elvira Lindo –parece que no tenga otros referentes, madre mía-que para la vida y para la escritura se necesitan dos rasgos de carácter: el primero ser ingenuo y el segundo ser apasionado. Creo que más bien son dos rasgos definitorios de las personas que tienen pensamiento creativo porque en los mismos términos hablaba la periodista Carmen Sarmiento y Margarita Salas, la persona con quien más he disfrutado conversando. Salas -mente brillantísima y privilegiada, discípula de Severo Ochoa, miembro de la Real Academia de la Lengua - me explicó una vez que es necesario creer en lo improbable para seguir adelante y avanzar; y apasionado para no caer en la amargura si dedicas tu tiempo a algo que no es lo socialmente establecido. Como mujer y como científica, ella había pasado más tiempo con el ojo pegado al microscopio que con amigos, con su familia o buscando pareja; pero no le había pesado jamás porque su pasión era el laboratorio. Lo contrario sí habría sido una carga. Establezco un paralelismo en mi persona y llego a dos conclusiones: sobre la ingenuidad no hay vuelta de hoja,  hasta tal punto que debería comprarme una camiseta que dijera: “¡Soy pardilla pero me quiero igual!” y la segunda, un rasgo de personalidad que he descubierto en esta travesía en el desierto. Pilar me calmaba: “No eres bipolar, es que eres pasional. Sufres mucho pero te aseguro que recompensa, porque las alegrías las sientes más, las sientes el doble. Y sí, compensa, hoy es un día que me doy cuenta de ello. Prefiero ser así que esas personas que pasan por la vida de puntillas, sin mover nada del sitio no sea que se rompa.


Por otro lado, las Pasiones de Rosa Montero están centradas en los decepcionantes humanos; más bien en las emociones que provocan los humanos en otras personas y así recorre las relaciones amorosas de miembros de la realeza (la reina Victoria y el príncipe Alberto; los duques de Windsor); de músicos y artistas (John Lennon-Yoko Ono; Elizabeth Taylor-Richard Burton) y escritores (Robert Louis Stevenson-Fanny Vandergrift; León y Sonia Tolstoi). La mayoría de ellas sustentadas en caracteres débiles y enfermizos, drogas y alcohol. Leo y releo y pienso en Morató. Que puede tener en sus manos las vidas más excepcionales del mundo y lo único que consigue es amontonar datos y más datos.
 Reproduzco un párrafo que centra la introducción:

“La esencia de lo pasional es la enajenación que produce: el enamorado sale de sí mismo y se pierde en el otro, o mejor dicho, en lo que imagina del otro. Porque la pasión, porque éste es el segundo rasgo fundamental, es una especie de ensueño que se deteriora en contacto con la realidad”

O como cantaba Pedro Guerra:

“Y cuando todo se acabe,
y se hagan polvo las alas,
no habré sabido por qué
me he vuelto loco por nada”

Lo único que no dice el libro es que las personas más flemáticas no deberían cruzarse en el camino de las apasionadas porque organizan auténticas tormentas en vasos de agua. No obstante, siempre me quedo con lo bueno. Por ejemplo, con las risas de esta mañana. Así que gracias.