Mi padre siempre ha dicho que eso de la "democratización de la cultura" era una barbaridad y yo, a su vez, pensaba: "¡Pero qué barbaridad que pienses que es una barbaridad!". Entendía que no estaba de acuerdo con el acceso universal a la cultura; pero es ahora, desde dentro de las aulas en el otro lado, cuando entiendo qué quiere decir. Viva la formación. Viva saltar por encima de las barreras cuando a los chavales les viene cuesta arriba estudiar por problemas de los que nunca son responsables. Viva pasar olímpicamente de la marginación a la que te condena la falta de recursos económicos. ¡Viva!-¡Viva!-¡Viva!...Pero para los que tienen ganas, para los que quieren.
Cuando la posibilidad se convierte en una obligación llegan las tensiones, las trabas, el colapso.
A cierta edad, tan frustrante puede resultar estudiar como no hacerlo. Ojalá no tirasen la toalla a los 16; pero si no hay manera, pero si no quieren, se les debería dejar el camino libre.
Doy clase en un lugar privilegiado, en un centro que es un monumento vivo; en un espacio dónde no entiendo cómo las personas que están dentro no se quedan atónitas ante la belleza. Los robles marcan el paso de las estaciones; a un palmo y desde las alturas puedes ver el arrullo de las palomas; y puedes prescindir del reloj porque el campanario marca las horas puntualmente. Ha sido ayuntamiento, convento franciscano, sede de los primeros gobiernos republicanos y refugio de guerra. ¿Por qué las clases de historia no se dan desde el claustro? ¿Por qué en ciencias no se estudian los árboles centenarios del patio?¿Por qué en latín no se comienza descifrando las inscripciones de la fachada?
Como dice Jose: "En el instituto sólo es necesario aprender a amar la lectura y la regla de tres" -¡Y el sentido común!-¿Cómo se dice esto en latín?¡Mhmmmmm!